Cuenta la leyenda que una noche sin luna pero inundada de estrellas una joven sollozaba a la orilla de un río, se lamentaba por todo aquello que pudo ser y no fue, por todo aquello que pudo decir y no dijo, por todas las vidas que pudo haber vivido y no vivió…
Cuenta la leyenda que al oír esos lamentos un ser venido del otro mundo salió a su encuentro, un ser ni malvado, ni divino que provenía de ese lugar donde no hay llantos, ni tristeza, alegría, ni sonrisas, de ese lugar donde todos los secretos se conocen y nada queda guardado para después…
La contempló mientras miraba las aguas, la observó mientras se tocaba el pelo, se enamoró de ella cuando la miró a los ojos y ella le descubrió (…)
Cuenta la leyenda que al oír esos lamentos un ser venido del otro mundo salió a su encuentro, un ser ni malvado, ni divino que provenía de ese lugar donde no hay llantos, ni tristeza, alegría, ni sonrisas, de ese lugar donde todos los secretos se conocen y nada queda guardado para después…
La contempló mientras miraba las aguas, la observó mientras se tocaba el pelo, se enamoró de ella cuando la miró a los ojos y ella le descubrió (…)
Ya no la luna, sino la oscuridad que su ausencia produce, es la aliada perfecta para encuentros inesospechados.
ResponderEliminarGracias por tu visita y tus palabras en mi blog.
La luna siempre se marcha cuando uno más la necesita, pero siempre hay alguien.
ResponderEliminarMuy bonito.